lunes, 3 de junio de 2013

La Caída del Gigante -Capítulo IV. Prostitutas y Soldados Borrachos-

El buen tiempo trajo consigo nuevas caras en la ciudad de Riften, la posada era un hervidero de comerciantes, mercenarios, buhoneros, prostitutas y soldados borrachos, incluso podía verse una pareja de enanos bailando al son de la música mientras una mujer se contorneaba con una enorme serpiente en mitad de la plaza, la gente hacía corro alrededor del espectáculo y arrojaba algún septim para que no cesara la música. El ajetreo y el ir y venir de gente agobiaba en exceso a Grimdol, que llevaba a su pequeño hijo adoptivo a comprar algunas cosas al mercado.



-¿Qué te parece si hoy compramos algo de pescado?, parece que tiene buena pinta y está fresco. Grimdol llevaba a su hijo de la mano, a pesar de que no parecía tener casi dos años y ya levantar lo mismo que un niño de diez o incluso doce años.

El pequeño Mors, al que no le gustaba en absoluto comer pescado hizo una mueca de repudio y miró el puesto mercantil de las chucherías, caramelos de araña, higos, nueces..., y tiró de su padre para acercarse mas.

-Ya has comido suficiente dulce por hoy. Decía Grimdol mientras el pequeño Mors se derretía mirando los dulces.

Grimdol intentaba alejar a su pequeño hijo cuando el tendero, un argoniano de aspecto repelente se quedó mirando al niño, pasados unos segundos abandonó su puesto y se acercó a Grimdol, y hablando en voz baja le dijo:

-Te doy mil piezas de oro por la bestia, sin duda será un toda una novedad, le llevaré por todas las ciudades y nos haremos ricos, te prometo un porcentaje por supuesto. Incluso la voz de aquel lagarto era repugnante, y sin duda a Grimdol no le había echo nada de gracia.

-Señor, le exijo que se disculpe por su comportamiento, este niño es mi hijo, y ni por todo el oro del mundo se lo entregaría, es usted una escoria señor, debería darle vergüenza hablar así de un niño tan pequeño. Grimdol hizo ver su enfado ante la atónita mirada del argoniano.

-Vamos, vamos, no se enfade, sólo pretendía hacer negocios, solo soy eso, un hombre de negocios, regento un pequeño comité que vaga por Skyrim ganándose la vida, aparte del puestecito de dulces tengo otras atracciones, los enanos, la mujer de la serpiente..., algunas cosas que no creo que usted haya visto en su vida, y sin duda su hijo sería la estrella. El argoniano no parecía dejarse asustar por las amenazas de Grimdol, que empezaba a montar en cólera.

-Debería denunciarle a la guardia, es usted una basura. Dijo Grimdol mientras se alejaba.

-Hágalo si quiere, pero sepa que soy Sibbis, y tengo muchos contratos con Maven Espino Negro, y tengo a toda la guardia en el bolsillo, son guardias, basta con meterles unas monedas en la mano para que hagan la vista gorda. Ese hombre estaba sacando de quicio a Grimdol, que finalmente se encaró con él.

-Pues eso demuestra cuan corrupta está esta ciudad, que cualquier basura como usted puede hacerse un hueco en la sociedad. Finalmente sacó una daga de su bolsa y dio un paso al frente.

-Yo en tu lugar no lo haría, si no quieres que además de que me lleve al monstruo te pudras en la cárcel, y creo que es lo que voy a hacer... ¡Guardias!. Gritó el argoniano. -¡Guardias, este hombre me ha amenazado y a intentado robarme!. Sibbis reía mientras un par de guardias arrestaban a Grimdol, ante la mirada de sorpresa del pequeño Mors, que se quedó de pie, estupefacto por lo ocurrido, había vuelto a quedarse sólo.

-Ven niño, ahora yo soy tu única familia, serás famoso, todo el mundo pagará por ver al monstruo de Riften, ¡que bueno!, ya tienes nombre, serás ¡El Monstruo de Riften!. Dijo Sibbis mientras agarraba al pequeño de la mano, pero no contó con la fuerza del niño, que se resistió a abandonar a su padre, pero otro hombre apareció a su espalda y por fin, entre los dos pudieron llevarse al niño.

Mientras su hijo desaparecía entre la muchedumbre, Grimdol tendría que vérselas con la gobernante, Maven, todo el mundo sabía de sus negocios turbios, de la desaparición de su competencia, y en este caso no sería menos inflexible, a pesar que él mismo trabajaba en su destilería, se sabía perdido...

-Que sea rápido. Dijo Maven con severidad. -No tengo todo el día, Grimdol, hace muchos años que trabajas para mí. ¿Sabes a quien acabas de agredir?, es Sibbis, ha sido durante muchos años uno de mis hombres de confianza, y no voy a permitir que un don nadie como tú ataque a mis hombres de confianza, por eso te condeno a pasar una temporada comprendida entre un año y lo que a mi me de la gana entre rejas. Dictó Maven Espino Negro mientras indicaba a los guardias que llevaran a Grimdol al calabozo.

Grimdol sabía que el tiempo que estuviera en la cárcel podía ser infinito, pero no podía hacer nada, no se puede luchar contra Maven, ella es la soberana de Riften, y su palabra es ley..., sólo podía rezar porque el pequeño Mors estuviese a salvo, y maldecir a aquel lagarto infame por la desgracia que le había traído, y así cayó la noche, Grimdol en su celda y el pequeño Mors en la suya propia, ya que Sibbis le había encerrado en una jaula y le habían subido a una carreta dirección a Ventalia, para futuros espectáculos.

-¿Grimdol?, ¿eres tú?, ¿que haces aquí?... Dijo una voz entrecortada a sus espaldas, en la parte mas oscura de la celda, una figura le hablaba en la oscuridad mientras se acercaba para que la luz de una débil antorcha le iluminase.

-¿Rogbir?..., no puedo creerlo eres tu..., ¿cómo has acabado aquí?. No te veía desde hace al menos un mes, había oído algo sobre unos asesinatos, y que habías sido tu, pero no quería creerlo, pensé que te habías marchado de esta ciudad corrupta.

-Mas bien no, yo no fui lo juro, me tendieron una trampa, pero..., ¿ y tu?, ¿porque estás aquí?. Preguntó Rogbir a Grimdol, que mientras hablaba dejaba escapar una lágrima que recorría su rostro.

-Me opuse al poder descontrolado de Maven Espino Negro, intentaron arrebatarme a mi hijo, me resistí y me encerraron. Grimdol lloraba ahora desconsoladamente.

Y así pasaron la noche, recordando viejas historias de su juventud, ya que habían sido amigos durante muchos años, pero el destino los separó enviando a Grimdol a trabajar con Maven, y a Rogbir, a servir en la guardia y posteriormente en el ejército Imperial.

Mientras hablaban, el pequeño Mors se revolvía en su propia prisión, montado en un carromato dirección a Ventalia, al paso, Sibbis, que cabalgaba un esbelto caballo nórdico, reía sin parar viendo como el niño se retorcía y gruñía. El argoniano sólo podía pensar en la fortuna que se embolsaría con el pequeño monstruito, y cuando le miraba sólo podía ver oro a montones.

Lo que Sibbis no podía saber es que esa sería su última carcajada...


Y aquí concluye el cuarto capítulo de la saga, espero que os esté gustando la historia, que no ha echo mas que empezar.

Salve Compañeros.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario