viernes, 31 de mayo de 2013

La Caída del Gigante -Capítulo III. Maestro y Alumno-

Sonreía el pequeño Mors ante la mirada de su ahora padre adoptivo, su tío Grimdol, quien había asumido la seguridad y bienestar del niño. Con la esperanza de que la vida en la ciudad y su terrible deformidad no afectase a su vida en exceso, Grimdol había elegido a un viejo amigo suyo, un orco llamado Ornag-Gro, como instructor del pequeño, le enseñaría cosas básicas como leer o escribir, y es que resultaba que el pequeño, que contaba con poco mas que un año, tenía una inteligencia por encima de lo normal.



Ornag-Gro, era un viejo orco, al que Grimdol había conocido en alguno de sus viajes, ya que Maven Espino Negro, solía enviarle de vez en cuando a alguna ciudad a llevar suministros o a vender sus productos, y fue en un viaje donde conoció a Ornag-Gro, un erudito y estudioso de lo arcano, era el primer orco que había conocido que no quería arrancarle los brazos en una taberna, o retarle a una pelea en un callejón, pero resultó ser una clase muy distinta a lo acostumbrado, era tranquilo, apacible, relajado y amable, no gustaba de alzar la voz mas de lo necesario, y a pesar de su corpulencia y volumen, aborrecía por completo la violencia innecesaria.

-Sin duda este niño tiene algo especial, no se, puedo verlo, a pesar de su deformidad este niño es diferente al resto, es capaz de resolver algunos problemas que niños mayores ni siquiera entenderían. Decía el viejo orco en una de sus lecciones, en las que el pequeño Mors demostraba que tenía una mente inédita.

Ornag-Gro disfrutaba estudiando a aquel infante, se sorprendía cada vez mas de su desarrollo, y aún mas de su crecimiento, ya que con tan sólo un año, el niño levantaba un palmo o incluso mas que el resto de niños de esa edad.

Un día, mientras que Grimdol estaba trabajando, el maestro y el alumno salieron al patio de la casa, aprovechando el sol y el buen día que se les presentaba, decidió Ornag-Gro, impartir la clase al aire libre.
Ambos disfrutaban del día, y el pequeño Mors parecía estar totalmente recuperado de la prematura muerte de su padre.

Entre juegos y risas, una banda de ladronzuelos saltó el muro del patio y acorralaron al niño y a su mentor. En total sumaban cinco, uno de ellos, el mas alto, quien parecía ser el líder dio un paso al frente y dijo, dirigiéndose a Ornag-Gro:

-Bien anciano, mas vale que te estés ahí quieto mientras nos llevamos todo lo que haya de valor en esta casa, muévete y el niño lo pagará muy caro. La soberbia podía leerse en sus ojos, pensó el viejo orco, quien al tiempo que se incorporaba apoyándose en un bastón decía pausadamente.

-Mas te valdría marcharte ahora que conservas tu orgullo intacto, pues si continúas por este camino, sólo hallarás tu propia perdición. Sin apartar la mirada de su interlocutor, el viejo orco se fue quitando el manto a la vez que apoyaba su bastón contra la pared.

Los ladrones reían mientras el viejo orco se disponía a entablar batalla con el líder de la banda, quien, soltó el puñal y dijo riéndose:

-Vamos viejo, ahora sabrás con quien te enfrentas. El líder de los ladrones, levantó los puños también.

Como un torbellino, Ornag-Gro, avanzó hacia su oponente, que, desorientado por la rapidez del anciano, cayó al suelo después de un tremendo golpe que le saltó todos los dientes de la boca.
El resto de ladrones dieron media vuelta y salieron corriendo dejando a su líder buscando los dientes que le faltaban.

-Nunca subestimes el poder de tu adversario, por débil que parezca, nunca te precipites, confía en tu fuerza si, pero desconfía de la fuerza del rival. Mientras hablaba, ayudaba a incorporarse al ladrón.

-¿Cómo te llamas chico?. Preguntó Ornag-Gro.

-Branbard, me llamo Branbard. Contestó el ladrón con miedo.

-Bien Branbard, ahora te marcharás y buscarás un trabajo honrado, no volverás por esta ciudad y dejarás tan malos hábitos, si no lo haces y nos volvemos a encontrar, no seré tan clemente, ahora márchate. Contestó pausadamente Ornag-Gro, mientras daba una palmada en la espalda al ladrón y le instaba a abandonar el recinto.

-Esta es una lección para el futuro Mors, nunca utilices la violencia para algo que no sea defenderte, espero que aprendas esto y lo tengas presente siempre en tu vida. Dijo el viejo maestro mientras miraba a su joven aprendiz, que le miraba sonriente, sentado en el suelo.

Espero que os haya gustado.

Salve Compañeros.






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