viernes, 24 de mayo de 2013

La Caída del Gigante -Capítulo I. El día de la bestia-

Las pesadillas se hacían mas y mas recurrentes conforme se acercaba el nacimiento del niño, cada vez mas reales, mas intensas hasta el punto de levantarse empapado en sudor, y sintiendo punzadas en el pecho, como si le clavasen una daga en el corazón...

Dorfi llevaba varios días sin poder conciliar el sueño, el día que se le presentaba de ninguna manera mejoraría su fatigada salud, sería una dura jornada de trabajo, y además tenía que ir a la ciudad a comprar algunas cosas, aunque todavía pensaba cómo iba a pagarlas.
Tenía una burra, pero ya era demasiado vieja como para venderla, quizás podría vender las pocas vacas que le quedaban, pero se moriría de hambre, las opciones se le acababan, no podía vender su ganado, pero tampoco podría comprar los ungüentos que su mujer necesitaba para soportar el parto. Entonces se le ocurrió la idea, podía pedirle dinero a su primo, que trabajaba para la mismísima Maven Espino Negro, ahora Jarl de Riften.



Sin duda era una idea estupenda, desde hacía mucho tiempo, su primo Grimdol siempre se había portado muy bien con él, y Dorfi había sabido agradecérselo, los mejores quesos y la mejor leche de las vacas del pastor nunca habían faltado en la mesa de su primo, y sin duda podría ayudarle.

Ya estaba llegando a Riften cuando vio que había una cantidad ingente de guardias en las puertas, pero el no tenía nada que esconder así que se acercó sin vacilar a las puertas hasta que un guardia tan grande como un oso le cerró el paso.

-No se puede pasar, la ciudad está de luto, Jasken, el anciano capitán de la guardia a muerto y se a cerrado el paso mientras dura la ceremonia. El guardia empujó a Dorfi, mientras intentaba cerrar el paso a otros tantos que intentaban acercarse ya fuese a curiosear o por cualquier otro motivo.

A Dorfi sólo le restó sentarse cómodamente hasta que terminase el evento. Mientras esperaba, pudo oír a un par de guardias hablar sobre el enfado de la soberana y tiránica Maven con uno de los guardias, un tal Rogfir..., o Rogbir, del cual decían que era un peligroso y sádico asesino, pero a él eso no le importaba lo mas mínimo.

Al cabo de un par de horas, pudo entrar en la ciudad, y caminó directamente al Bastión Velo Brumoso, su primo le recibió en la puerta con un fuerte abrazo y una sonrisa que le recorría la cara.

-¡Dorfi!, mi querido primo, ¿como te va?, ¿que puede hacer tu primo por ti, eh?, ven vamos a mi casa, allí podremos hablar tranquilamente. Mientras caminaba, Grimdol le puso una mano en el hombro mientras reía a carcajadas de la alegría de ver a su primo.

La reunión de los primos no duró apenas unos minutos, Grimdol era de sobra conocido por su bondad con los mas necesitados, y no dudó en darle a Dorfi una bolsa a rebosar de monedas de oro, el pastor se despidió entre lágrimas de su primo, prácticamente le había salvado la vida, a él, a su mujer y a su futuro vástago.

Ahora las cosas se veían de otra manera, podía permitirse comprar todo lo necesario para sobrellevar el parto de su mujer, y aún le quedaba dinero para tomarse una jarra de aguamiel en la taberna.

Al entrar en la taberna, Dorfi chocó con un hombre alto y corpulento, vestido como un monje, pero con aspecto de haber pasado mucho tiempo desde el último aseo. Tras disculparse se sentó en un taburete frente al mostrador, la clientela de siempre, pensó, Sam Guevenne, con su maldita apuesta a ver quien bebía mas, la misteriosa y fría Zafiro, Mercurio el mercenario..., lo de siempre, así que se tomó su aguamiel y se marchó de vuelta a casa.

Cuando estaba cruzando la cerca que rodeaba su cabaña pudo oír los gritos de su mujer, desde el dormitorio, Lena su mujer, le llamaba a gritos, el niño se había adelantado y estaba a punto de venir al mundo.

Lena estaba recostada en el camastro de paja con las piernas abiertas y empapada en sangre, la tripa le daba vueltas, mas bien parecía que estaba dando a luz a una alimaña que quería desgarrar la carne y la piel para salir de su vientre.

Dorfi se quedó inmóvil, aquel espectáculo era grotesco, le dieron ganas de vomitar, pero se recompuso y se acercó para darle a su mujer los ungüentos que había comprado. Pero nada parecía calmar los aullidos de dolor de su esposa, se estaba muriendo, sea lo que fuere lo que tenía en el vientre la estaba matando, de pronto se hizo el silencio, Lena se quedó con los ojos abiertos mirando a la horrenda criatura que acababa de salir de sus entrañas, ese horrible y espantoso niño no podía ser suyo..., por un momento a Dorfi se le pasó por la cabeza coger el hacha de su cabaña, pero lo pensó, era su hijo, esa horrible criatura era su vástago, la maldita anciana de Carrera Blanca tenía razón...

Maldijo a Olava una y mil veces, su mujer había muerto, y la criatura que había dado a luz se retorcía entre sangre y llanto, incluso daba miedo. La mitad de su cara estaba totalmente deformada, y sus pequeñas extremidades acababan en largos dedos rematados por garras, tenía el pelo quebradizo, y la piel se le desprendía de la carne con cada movimiento..., definitivamente, debía de haber cogido el hacha, pero entonces le miró a su único ojo visible, y pudo ver en el fondo del alma de aquella repugnante criaturilla algo de humano, no podía ser tan malo como decía la vieja Olava, no podía serlo..., era su hijo...


Segunda entrega de la historia. Un capítulo de información para futuras entradas.
Espero que disfrutéis tanto leyendo, como yo escribiendo.

Salve Compañeros.















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