lunes, 6 de mayo de 2013

28 - A los pies de Bastión del Brillo Tenue

28 - A los pies de Bastión del Brillo Tenue

Poco antes del amanecer me despierto, muy descansado a pesar del enorme jaleo que hubo la noche anterior en la posada. Debió llegar algún bardo, porque estuvieron entonando canciones, algunas de dudoso gusto, hasta altas horas de la madrugada. Un desayuno frugal y rápido compuesto por una manzana, queso y leche de cabra me acompaña mientras me aseo con una palangana y me termino de vestir con la túnica de mago.


Antes de despedirme de Hadring le pregunto algunas indicaciones para llegar al Bastión. Se sorprende un poco, y afirma que es un lugar muy peligroso donde abundan magos de mala reputación, nigromante, piromantes... Le tranquilizo diciéndole que, precisamente, la Escuela de Magia de Hibernalia me enviaba allí para intentar resolver ese pequeño problema con los magos. Me mira, con poca confianza en mí, y se encoje de hombros mientras me indica el camino, que está a media jornada de distancia.

Le agradezco la atención y me despido con la intención de estar aquí esa misma noche... o al día siguiente, como mucho. 

Un delicioso bocado, para empezar con fuerza
A pesar de la noche, algunos madrugan para seguir su camino.

Al salir de la posada el frio me atenaza, no en vano ha estado nevando copiosamente casi toda la noche a tenor de la cantidad de nieve que hay en el camino. Empiezo a tener ganas de llegar a latitudes más al sur, en busca de un suave calor y olvidar por unos momentos el gélido ambiente y clima de la región.

Con paso firme acompaño a otro viajero que se dirige hacia el sur, descendiendo la ladera y alejándome, poco a poco, de las montañas en dirección a Carrera Blanca. Aún está oscuro y necesitamos de una antorcha para poder ver bien dónde pisamos, no sea que con la fina capa de hielo que se forma entre el empedrado de la vía tengamos un traspiés.

La noche ha sido muy agitada por lo que puedo comprobar conforme avanzamos hacia el sur. Los restos de una batalla, otra más, entre imperiales y capas de la tormenta se mezclan con los de un combate contra unas arañas. El escenario es dantesco, con varios muertos en cada bando y los compañeros rezando a los dioses por las almas de los caídos. Espero que pronto, uno u otro bando, tome la determinación de acabar con este sinsentido y estas violentas confrontaciones.

Buscando la seguridad de la compañía en el camino.
Aún no ha amanecido y las sombras reinan.
A lo lejos los restos de una batalla, sin cuartel como siempre.
Hora de lamerse las heridas y rezar por los caídos.
Continúo mi camino hacia el Bastión sin demasiados percances y descubriendo, nuevamente, enclaves maravillosos llenos de secretos y misterios. Prueba de ello es la Guarida de Marea Argéntea que, según me cuenta mi nuevo compañero de viaje, es una antigua tumba creada por los primeros hombres que habitaron Skyrim, pero que en estos momentos se sospecha está ocupada por bandidos... o cosas peores. Sonrío ante tal afirmación, aunque recuerdo en un destello el sicario del vampiro y los perros infernales que le seguían. Sin duda hay cosas más terribles en Skyrim que los bandidos.

Un poco más adelante, me encuentro con otros guerreros Alik'r como aquel con el que combatí y compartí viaje de camino a Ventalia. Parece que están hablando con una muchacha y la acusan de algo, aunque finalmente la dejan marchar pues no debe ser quién buscaban. Intercambio con ellos algo de información y una rápida charla antes de proseguir el camino, justo antes de separarme de ellos me advierten que hay una pequeña batalla siguiendo el camino, justo frente a un campamento de gigantes. ¿Gigantes? Ambos guerreros ríen sonoramente mientras se alejan tras darme un afectuoso golpe en el hombro.

Había Gigantes en Skyrim... Era algo que había leído, pero no creí que llegaría a verlos y menos aún encontrar uno de sus campamentos. La sola idea me encendía la sangre de nervios y emoción, tanto que hasta que no llego al campo de batalla y el sonido de hechizos y aceros entrechocando me rodea, no soy consciente del peligro que estoy a punto de correr.

La entrada a Guarida de Marea Argéntea

Dos guardias Alik'r con quienes converso un rato

A lo lejos una batalla, hora de manterse escondido.

Atravesar la zona de la batalla sin ser visto resulta bastante complicado. A un lado, varios magos combaten contra unos bandidos... y entre medias los imperiales intentando poner orden. El resultado es una serie de explosiones, gritos, amenazas y una masacre que se antoja de niveles épicos, aunque no me voy a quedar a comprobarlo.

Paso cerca del campamento de los gigantes, pero no consigo ver a ninguno. Sí que hay varios mamuts, los elefantes peludos tan imponentes y con una fuerza tan bestial, que me miran con indiferencia mientras me alejo intentando no asustarles o provocarles. Algo me dice que estos animales, con poco, se enfadan y cargarían contra cualquiera que estuviera cerca.

Una vez he dejado atrás el combate vuelvo a ascender hacia otra ladera, que imagino muere en la ciudad de Carrera Blanca que ya se distingue en el horizonte. Esta parte final del camino, a media mañana, no tiene demasiados percances salvo que un bufón me habla de su madre muerta en un ataud y que se le ha roto la rueda, a lo que le respondo que en la ciudad encontrará ayuda o que pregunte al granjero de las cercanías. El bufón se aleja cantando y hablando solo ante mi incrédula mirada... sigo a lo mío y avanzo por el camino hacia una atalaya, buen lugar para un breve descanso para almorzar.

Agazapado paso de largo la batalla.

Ni rastro de los gigantes...

Las bolas de fuego, signo inequívoco de que hay hechiceros

La rueda rota, del bufón que lleva a su madre en el ataud.

Un buen lugar para descansar, la atalaya.
Mi sorpresa es mayúscula cuando, al acercarme a la atalaya observo que está siendo atacada por varios bandidos desde varios frentes. Sin dudarlo, salgo presto a ayudar a los guardias que se ven superados en número. Una primera bola de fuego impacta en uno de los bandidos, haciendo que la atención se centre, por unos instantes en mi persona mientras me retiro la capucha para combatir con más espacio y visión. 

El bandido, dolido en cuerpo y en el orgullo se lanza cargando contra mí con un cayado que esquivo facilmente dejándole pasar. Acto seguido me giro mientras el bandido recupera la posición, pero es demasiado tarde.. le lanzo una bola de fuego y una saeta de hielo que hacen que su cuerpo inerte ruede colina abajo. Hora de reconquistar la atalaya, donde se está combatiendo casi por cada centímetro del portón. Al llegar hay una gran melé en el arco, pero consigo acertar a una muchacha joven, de apenas una veintena de años, en un costado... su cuerpo sale despedido y choca contra otro de los bandidos que, desequilibrado, poco puede hacer ante el ataque de los guardias.

El resto de bandidos huyen en distintas direcciones, mientras el sargento ordena perseguirles al resto de la guarnición. Vuelvo a ponerme la capucha, mientras el soldado se acerca y me estrecha la mano y me colma de parabienes. Le digo que no es necesario, sólo cumplía con mi deber y que el Colegio de Hibernalia siempre ayuda a los gobiernos locales a mantener el orden. El sargento se sorprende de que haya mencionado el Colegio, pero acto seguido se alegra de nuevo y promete hablar a su señor, en Carrera Blanca, de mi ayuda.

Mientras los guardias apilan los cadáveres de los bandidos y ayudan a los heridos, yo me dispongo a reanudar mi viaje hacia el este, ya casi campo a través en busca de las cordilleras donde se esconde el bastión, hogar de los magos renegados y mi destino.

De nuevo he de luchar por sobrevivir.

El último bandido cae derrotado.

Uno de los guardias combatiendo.

El resultado es desastroso para los bandidos.

Poco tiempo después, en dirección a Carrera Blanca, me desvío por un sendero que lleva a lo más profundo de la cordillera. De nuevo ascendiendo pero con un clima suave, sin demasiado calor y tampoco nubes en la lejanía, por lo que me limito a disfrutar del paseo. A lo lejos, tras acabar con un par de Skeevers que me asaltaron tras una roca, diviso una patrulla de Capas de la Tormenta, que se dirigen hacia el norte a Ventalia tras escapar de una emboscada por parte de unos imperiales. Me advierten que no muy lejos de allí hay un campamento de bandidos y que son bastante peligrosos. Agradezco su consejo y continúo mi viaje adentrándome entre las paredes de las montañas.

No tardo en divisar el campamento, pero es más bien un fuerte con una empalizada de madera algo deteriorada, un arbol destrozó uno de los lados. Me mantengo en silencio esperando no llamar la atención, pero no se escucha nada en el campamento y paso a su lado sin demasiados problemas. Poco después, las primeras construcciones del bastión se abren ante mí.

Inspecciono de lejos el bastión, voy a tener que combatir duro pues hay no menos de dos magos vigilantes y un atronach de fuego, así que me preparo e invoco al mío para que, mientras intercambia proyectiles con el enemigo, intentar ser lo suficientemente rápido para derrotar a los dos magos. De pronto, escucho unos gritos como de batalla y me quedo asombrado al descubrir una enorme partida imperial atacando el bastión. ¡¡Qué a tiempo han llegado!! Seguramente son los que mencionaron los rebeldes, aprovecho y ataco al Atronach de fuego con estacas de hielo y rápidamente se desintegra.

Los imperiales acaban con los magos con bastante celeridad pero a costa de la pérdida de su capitán y otro par de soldados. Me acerco al nuevo comandante de la unidad y me informa que tienen instrucciones de asegurar la entrada al bastión mientras llegan refuerzos. Estupendo, esperaré a los refuerzos y me adentraré con ellos, pienso. Pero mi gozo desaparece cuando me comentan que no saben cuándo llegarán esos refuerzos. No dispongo de mucho tiempo, la esfera de Saarthal requiere ser estudiada cuanto antes, así que les informo que me adentraré en el Bastión del Brillo Tenue a lo que me responden que no pueden disponer de ninguna ayuda para acompañarme.

Así pues, me enfrento en solitario al Bastión del Brillo Tenue y su orden de magos renegados...
Unos Skeevers me emboscan, pero no son rival.

Los capas de la tormenta huyendo de una patrulla imperial

A lo lejos, el campamento de los bandidos.

Me preparo para el combate en los patios del Bastión...

...pero la patrulla imperial se nos adelanta...

...y sin dudarlo les apoyo desde uno de los flancos.

 
Conseguimos derrotarles, pero ¿a qué precio?

Conversando con los imperiales.

Finalmente, es hora de adentrarme en el Bastión.
Una actualización "larga", porque quería dejarlo justo a la entrada del Bastión y en la próxima narrar la aventura en su interior, que no tiene desperdicio. Ha sido un largo camino, me ha llevado más de medio día y seguramente deba pasar la noche en el bastión, ya que el cansancio y el hambre harán acto de presencia en un rato. Impresionante la batalla en los campos frente al campamento de los gigantes, gracias al mod Wars in Skyrim... e impresionantes también el combate en la atalaya y los patios del Bastión. El juego ha ganado mucho con los distintos mods, cada partida es una aventura nueva.

Estoy notando mucho el mod que cambia la experiencia ganada y reduce la velocidad en la que subes el nivel. Está configurado en un -50% con lo que tardo el doble en conseguir un nivel... esto es una dura prueba porque aún estando en nivel 5, como está en este momento Sheen, hay que ir con mucho cuidado ya que incluso un Skeever que consiga derribarte (sí, tengo otro mod para movimientos de combate y localizaciones) puede llegar a matarte. El mod en cuestión es ESRO, y esta que os comento es sólo una de las docenas de cambios que hace, es de los denominados "Overhaul" (aquellos que cambian radicalmente el juego) y os lo recomiendo encarecidamente. Hablaré más adelante de este mod y de los cambios que va aportando.

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por las respuestas Vicente, y por seguir el blog.

      Voy a ver si me da tiempo a preparar la entrada de mañana en el interior del Bastión.

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    2. No me ha dado tiempo a tenerla, pero la prepararé en un par de días.

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