miércoles, 10 de julio de 2013

La Caída del Gigante -Último Capítulo- Dioses y hombres [Primera Parte]

Los cadáveres se fueron amontonando a la salida de Bastión Velo Brumoso, decenas de cuerpos mutilados y masacrados se apilaban mientras un sacerdote de Arkay dispensaba unas últimas palabras a los moribundos que quedaban a un lado y se debatían entre la vida y la muerte, entre ellos, había un niño, de unos dos o tres años, lloraba amargamente mientras contemplaba el cuerpo sin vida de sus progenitores, que habían sido brutalmente asesinados, el padre, había sido prácticamente decapitado si no fuese porque la malla que llevaba puesta había frenado el golpe, y la madre tenía el pecho destrozado y se podía notar la ausencia de algunos órganos vitales, la ciudad de Riften apestaba a sangre y muerte.

Dentro del castillo de Maven, unos guardias habían retenido a Grimdol y a Rogbir, con esperanzas de que arrojasen algo de luz sobre los crímenes que allí se habían cometido.

-Yo..., yo...., el es..., es mi hijo..., o al menos lo era, yo lo crié y eduqué durante su corta estancia en esta ciudad, después se lo llevaron..., se llevaron a mi hijo..., fue ese asqueroso lagarto, Sibbis creo, maldito sea allá donde esté. Grimdol no podía contener las lágrimas, aún estaba conmocionado por lo ocurrido.

Los guardias no tenían mas motivos para retener a los dos presos durante mas tiempo, así que decidieron liberarlos. Ambos se alejaron de la ciudad, dirección a la vieja casa de Rogbir, donde su hermano guardaba un arsenal de armas y armaduras.

-Espera un momento, creo que estaba por aquí... ¡aquí está! Rogbir apretó uno de los libros de la estantería, haciendo crujir las paredes, una trampilla se apareció ante ellos.

-Bajemos. Dijo Rogbir mientras bajaban por las escaleras de madera casi carcomida que daba la impresión de que iba a desmoronarse en cualquier momento.

Llegaron al piso inferior y se encontraron ante una basta puerta de hierro con inscripciones de dragones y guerreros legendarios. Rogbir paseó las manos por los bordes de la puerta, hasta encontrar un falso relieve que daba entrada a una habitación tan oscura que a Grimdol le resultaba imposible adivinar lo que contenía.

-Voy a encender las antorchas, curiosea lo quieras. Rogbir anadeó por la habitación hasta llegar a un pedestal que se encontraba entre montones de libros, polvo y porquería.
Rogbir puso ambas manos sobre el pedestal de piedra maciza, del cual emanó una luz tan potente que Grimdol tuvo que taparse la cara con las manos. Cuando el destello acabó, del pedestal emergió una espada   adornada con escamas de dragón y una hoja curvada semejante a la de los guardias rojos de Páramo del Martillo.

-¿Que es esa espada?. Grimdol se acercó con cautela.

-Esta espada perteneció a un sacerdote dragón, es sin duda, una de las mejores espadas de Skyrim, y nos ayudará en nuestro cometido. Sentenció Rogbir.

La espada desprendía un extraño resplandor, incómodo e inquietante, mas aún cuando Grimdol leyó las palabras que decoraban el pedestal de piedra.

Esta espadada perteneció a Konahrik, otrora sacerdote al servicio de los dragones.
Quien quiera que porte este arma desencadenará el poder de los Ocho.

Grimdol se captó de no tocar dicha arma, mientras que Rogbir la empuñaba sin miedo alguno.

-Ahora buscaremos a Olok, un orco que conoce todos los entresijos del señor daédrico, es un erudito del colegio de Hibernalia, puede ayudarnos a encontrar un portal al reino del príncipe de la dominación y la esclavitud, hace largo tiempo que Molag Bal le tocó con su mano fantasmal y le otorgó sus poderes vampíricos, desde entonces vive recluido en el colegio, protegido por el archimago. Rogbir hablaba mientras blandía la espada del sacerdote, que oscilaba y silbaba con cada finta.

Una vez se armaron y prepararon, los dos hombres cogieron un carruaje directo al colegio de magos, con toda buena intención. Pero el camino era difícil, pues Molag Bal era consciente de todo lo que ocurría en Skyrim, y había apostado a sus esbirros por todos los caminos para evitar que Grimdol y Rogbir llegaran jamás a su destino.

Mientras, en Riften, la legada Rikke se incorporaba mientras palpaba con la yema de los dedos la profunda herida que le atravesaba el torso, aún sangrante, la herida parecía no haber tocado ningún órgano, pero aquel pensamiento le parecía imposible, ya que la espada del asesino era tan ancha como basta, y le habría destruido las costillas y los pulmones en su embestida. No recordaba lo que había pasado desde el combate, pero tenía vagos recuerdos de haber visto una figura espectral ante ella.

-Que dolor de cabeza..., por Talos, ¿que ha pasado aquí?. Rikke estaba consternada ante el grotesco escenario, la sangre cubría las ricas alfombras de Maven, los exquisitos muebles de la familia Espino Negro estaban destrozados, y a las puertas decenas de cadáveres se apilaban y amontonaban.

De pronto, una voz sonó en su cabeza, <<Rikke... Rikke...>>, no sabía de donde provenía pero le era familiar, había oído antes esa voz, cuando estaba muerta. La voz volvió a hablarle <<Rikke..., debes completar esta tarea, debes hacerlo en mi nombre..., por Skyrim..., por Talos>>. Entonces supo quien le hablaba y porque, y caminó entre la penumbra del castillo, desorientada y mareada, hasta llegar a la puerta, donde esperaba el intendente del emperador, Octavio Marco, nombrado hacía poco voz del emperador.

-¿Rikke?, creía que habías muerto, estábamos apunto de dar sepultura a ti cuerpo. El intendente le miraba desconcertado, y Rikke percibió algo de miedo en la voz del hombre.

-No sólo no e muerto sino que me encuentro mejor que nunca, necesito un caballo fresco y una espada. El intendente no se opuso a las peticiones de la legada y marchó a cumplir sus órdenes.

Al poco regresó con un magnífico caballo de crines blancas y pezuñas plateadas, no era muy corpulento pero sin duda parecía rápido, y de la mano traía una magnífica espada forjada en la Forja del Cielo. El intendente dio las riendas y la espada a Rikke, que sin mediar palabra marchó hacia Hibernalia, no sabía porqué, pero algo se lo hacía intuir, y la voz de su cabeza le habló de nuevo. <<Ve a Hibernalia, busca a Olok, el te ayudará porque yo se lo pediré, debes desprenderte de todas sus posesiones, yo te otorgaré una nueva identidad, una nueva armadura y una nueva espada...>>

Como un relámpago, el cuerpo de Rikke se vio envuelto en una nube, un destello recorrió todo su cuerpo y lo desprendió de todos los ropajes, dejando el cuerpo de la legada desnudo, un nuevo destello cubrió su cuerpo con una fina túnica, ceñida en el pecho, apretando sus senos y compactando su cintura, de sus hombros emergieron unas placas de acero plateado que cubrieron sus brazos hasta las muñecas, y de sus piernas unas grebas brillantes y frías cubrieron las piernas hasta las rodillas, de donde unas botas exquisitas y doradas bajaron hasta cubrir por completo los pies. Su melena dorada hondeaba al viento mientras una tiara de plata y marfil adornaba su cabeza, un escudo con la imagen del dios Talos y una espada de plata y bronce remataron el nuevo aspecto de la legada.

Se sentía diez años mas joven, su caballo era mas rápido ahora, y así siguió el largo camino hasta Hibernalia, donde se libraba una cruenta batalla. Los magos del colegio y las hordas de Molag Bal cruzaban espadas y conjuros en el campo de batalla, rodeados de cenizas y fuego. Al frente de los defensores del colegio, estaba el archimago Savos Aren, quien defendía la entrada con todo su potencial, y lanzaba por los aires y desintegraba a cuantos demonios se acercaban. Al frente de las hordas de Molag Bal estaba, Mezeleth, el adalid del señor daédrico, que oscilaba su gigantesco mandoble arrasando todo a su paso.

Se hizo el silencio cuando ambos estandartes se encontraron, Savos Aren se colocó frente a Mezeleth, cruzaron las miradas y se reverenciaron antes del gran duelo, el archimago hizo aparecer una espada fantasma en su mano y un escudo mágico en la otra, el vampiro preparó su mandoble mientras un aura fogosa recorría todo el arma.

La cruenta batalla entre ambos adalides comenzó cuando Savos utilizó una custodia con la cual pretendía retener al vampiro y evitar sus movimientos, pero no contó con el poder de su oponente, que se libró del hechizo sin problemas.

-No creas que soy un aprendiz como con los que acostumbras a tratar Savos, yo soy Mezeleth, fiel servidor del príncipe de la esclavitud, y pronto serás su siervo, o no verás salir el sol. Mezeleth se sabía muy seguro, y confiaba en sus posibilidades para ganar.

-Jamás serviré a tu dueño, tu sólo eres un peón, un perro fiel que sirve a su amo sin hacer preguntas, sin duda fuiste un gran alumno de este colegio Mezeleth, pero ese tiempo pasó, y no dudaré en matarte si osas poner tus sucios pies en el colegio. Savos sentenció la conversación lanzando una potente lanza de hielo que atravesó el hombro de su oponente.

Mezeleth dio un paso atrás, se tambaleó y clavó una rodilla en el suelo. Se palpó el hombro con la mano y notó la sangre que corría entre sus dedos fríos, el dolor no era nada comparado con lo que le haría su señor si fracasaba, así que se incorporó y se preparó para combatir.

La suerte se volvió del lado de Mezeleth, ya que el escudo mágico del archimago no podía repeler todos los golpes de su oponente, y el vampiro parecía no cansarse nunca de golpear, por tanto Savos tuvo que idear un plan mejor. Con un rayo apartó a su oponente y se volvió sobre sí mismo para observar el escenario, y entonces lo vio.

Salió corriendo directo hacia una empalizada rota y se subió por encima de los tablones destrozados y astillados, y cuando estuvo en un punto mas alto, lanzó varias bolas de fuego para incendiar los alrededores, el vampiro siguió al archimago por el campo de batalla y también se encaramó a la empalizada, donde Savos le estaba esperando.

-¿Que pretendes archimago?, ahora no tienes a donde huir, ¡ya eres mio!. Mezeleth se sabía vencedor, su oponente estaba cansado de resistir los golpes de su mandoble y sus fuerzas flaqueaban con cada hechizo que conjuraba.

El vampiro se abalanzó hacia su oponente espada en mano, pero Savos, aun anciano era mas rápido que él, se apartó velozmente dejando a Mezeleth al borde de la empalizada, donde el fuego no dejaba ver el fondo y el humo le nublaba la vista. Entonces Savos, conjuró de nuevo su custodia, y comenzó a empujar al vampiro hacia las tablas afiladas de la empalizada, el vampiro resistió, pero la madera bajo sus pies empezó a ceder y se derrumbó junto con Mezeleth hacia el fondo, donde las astillas afiladas se clavaron en todo su cuerpo, mientras el fuego comenzó a devorarle hasta extinguir por completo su alma.

-Nunca subestimes a tu adversario... Savos se marchó y prosiguió la batalla, que se decantaba por los defensores del colegio.


La primera parte del desenlace de la historia toca a su fin. He querido hacerlo así para maximizar y extenderme un poco mas.

Espero que os haya gustado y no os perdáis el gran final, donde las sorpresas irán sobreviniendo.

Salve Compañeros.












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