domingo, 20 de noviembre de 2011

Día 1 - Parte II

Día 1 (Parte II)



No podía creer lo que estaban viendo mis ojos, ni en los más antiguos escritos se recordaba con precisión a un dragón y ahí estaba, volando majestuosamente frente a mí... hacia mí. Espera, un momento, por los dioses se ha posado en la torre y... ¡¡AARRRGGHHH!! 


¡¡El dragón nos ataca!!
Un terrible sonido me atraviesa los tímpanos. Fuego, ruido, polvo y ruedo por el suelo tosiendo y escupiendo tierra. Miro rápidamente a mi alrededor y observo como de un certero y rápido ataque, el que iba a ser mi verdugo es partido por la mitad de un mordisco del dragón. Intento levantarme, como buenamente puedo ya que sigo maniatado, y miro a mi alrededor en busca de un refugio, todos huyen despavoridos en distintas direcciones. Sigo a uno de los guardias que se refugia detrás de una pared que se acababa de derrumbar junto a dos aldeanos. 

El guardia me mira y me dice que no me separe de él y que luego echaremos cuentas. Todo esto mientras una lengua de fuego abrasa a uno de los arqueros que disparaba al dragón desde lo alto una de las torres de vigilancia, aterrado le asiento y salgo corriendo tras el guardia. Llegamos justo detrás de otra torre, ocultándonos entre la muralla y la pared de esta, el dragón aletea con fuerza en las cercanías y todo el aire se revuelve. Tal es la fuerza de este aleteo que a punto está de derribarme, pero consigo mantenerme a pie mientras salimos del refugio en dirección a un establo medio derruido. ¿Por qué salimos de ese sitio tan resguardado? ¿Es que la inteligencia humana es tan limitada que no ven un lugar seguro ni cuando está en él? En cualquier caso, seguir al guardia es mi única esperanza de vivir... al menos un rato más.

Un arquero imperial muerto
Atravesamos el patio de armas, a toda velocidad mientras los edificios explotan entre fuego y humo, los guerreros imperiales caen defendiendo del bastión de Helguen pero no son capaces de aplacar la ira del dragón y sus intentos son inútiles. Me concentro en la ruta que sigue mi nuevo "compañero", el guardia que hasta ahora ha conseguido mantenerme con vida, y llegamos a la salida del patio principal. Allí nos encomtramos con Rolaf y he de tomar una decisión... continuar con Rolaf, y los bandidos de la Capa de la Tormenta o seguir al guardia imperial. Realmente no es tan dificil la elección, seguir a Rolaf es firmar mi sentencia de muerte (actual o futura), en cambio seguir al guardia me daría crédito suficiente para poder defenderme de las injustas acusaciones de seguir a esos bandidos. 

Sigo al guardia hacia el interior de una enorme torre, donde se presenta como Hadvar y me suelta las ataduras mientras me dice que debemos escapar como sea de la destrucción del dragón. La torre se sacude y caemos al suelo, los gritos de los campesinos y soldados se escuchan por todos lados mientras intento levantarme para correr en alguna dirección segura que, desgraciadamente no veo. Hadvar me insta a coger una espada, "al menos podrás defenderte mientras salimos de aquí", me grita al tiempo que abre una puerta para encontrarnos, de frente, con dos Capas de la Tormenta.

Un fuego mágico surge de mi mano
Sin apenas tiempo a reaccionar se avalanzan sobre nosotros. Consigo evitar el primer envite de mi rival y el segundo lo esquivo mientras trato de recordar las palabras mágicas para invocar el poder del fuego. Un tercer golpe me corta la túnica raída, que servía más para tapar mis verguenzas que como armadura, al tiempo que levanto mi mano izquierda y de la palma sale un arco de fuego que impacta en el Capa de la Tormenta empujándolo varios metros atrás, permitiéndome rematarle mientras está todavía aturdido. Me giro, ahora ya puedo utilizar la magia que es característica en mi raza y encaro al singular combate entre Hadvar y otro Capa de la Tormenta. Les envuelvo a los dos en fuego, el tiempo suficiente para que Hadvar le ensarte con su espada.


Mi nuevo atuendo
Seguimos nuestro camino, al menos Hadvar asegura que puede sacarnos de aquí (con vida, dice), hacia el interior de la torre cuando llegamos a las celdas. Allí se produce otro combate contra más miembros de los Capas de la Tormenta, pero esta vez tenemos superioridad numérica ya que a nuestro grupo se une otro guardia imperial. Es en las celdas donde consigo, de un viejo prisionero ya muerto, una túnica y una capucha de mago que, sin duda, me vendrán de maravilla en esta situación. Ya tendré tiempo de comprarme otro atuendo más adecuado a mi posición, por lo pronto con esta túnica me siento más poderoso lo que me hace pensar que tiene ciertas propiedades afines a mi naturaleza.

El oso abatido por una certera flecha
Tras continuar por las catacumbas, y acabar con un oso que dormitaba a la salida de la cueva por donde encontramos nuestra libertad, de nuevo el cielo se abrió sobre nosotros practicamente al mismo tiempo que el dragón abandonaba Helguen dejándola en ruinas y, presumiblemente, sin supervivientes. Hadvar se muestra realmente contento (e impresionado por mi poder mágico, sin duda) y me permite marcharme sin más. Está tan agradecido que hasta me aconseja que acuda a la próxima ciudad de "Cauce Boscoso" donde su tío, el herrero, podrá ayudarme en mi viaje.

Me despido de Hadvar.
Aspiro hondo mientras observo a Hadvar alejarse montaña abajo, por fin puedo tranquilizarme tras estas últimas horas tan agotadoras y, sobre todo, peligrosas. He sacado buenas conclusiones de este encuentro, lo primero es la existencia de Dragones, algo que no se veía desde hace milenios en Timrael y que, sin duda, podré aprovechar ya que, de todos es sabido, que el poder de los dragones (sus huesos, sus escamas, etc.) es inigualable. También me he dado cuenta de que puedo defenderme perfectamente de las agresiones que puedan surgir de improvisto, mi magia es poderosa y, al menos por ahora, suficiente para mantenerme con vida. Y por último, ya estoy orientado y sé cuál es el camino a seguir para llegar a Carrera Blanca, aunque muy probablemente descanse un par de días en Cauce Boscoso y aprovecharé para vender algunos objetos que he ido encontrando en las cuevas de Helguen. Los septim se me están agotando y Carrera Blanca me temo está bastante lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario