domingo, 13 de mayo de 2012

20 - En marcha hacia Saarthal

EN MARCHA HACIA SAARTHAL

Poco antes del alba siento un pequeño empujón, me despierto sobresaltado para encontrarme a Faralda que me sonríe y me dice que ya es la hora de levantarse. La agradezco que me haya despertado, seguro que me habría dormido de no ser por ella, y me ayuda a preparar los últimos detalles para el viaje hasta Saarthal mientras me cuenta algunos detalles más de "La Noche de las Lágrimas".


Subo junto a la Elfa al comedor de la planta superior, vacío debido a las horas que son, y seguimos hablando de cómo las distintas razas se han enfrentado unas a otras desde tiempos inmemoriales por un asunto u otro, y siempre son los responsables quienes menos acaban sufriendo. Luego del desayuno bajo de nuevo al dormitorio, me pongo la capa que había mejorado mágicamente en Ventalia, una capucha, me echo la mochila al hombro y salgo del Salón de la Conquista. Y se me va el alma al suelo.

Los días anteriores habían sido espléndidos, con un sol radiante y una temperatura agradable para hacer cualquier tipo de viaje y hoy no había rastro del astro rey, estaba nevando copiosamente y hacía un frío que helaría hasta a un Atronach. ¡¡Qué mala suerte!! Me resigno y me embozo en la capucha, acto seguido enciendo una antorcha y abandono el colegio hacia el pueblo de Hibernalia.

El clima no me acompaña... como siempre.

No resulta dificil encontrar el sendero a Saarthal
Una vez en Hibernalia no me cuesta encontrar el sendero que se dirige hacia el oeste, donde se supone que está el campamento de Saarthal, así que pronto me encuentro rumbo a mi objetivo. El principio resulta algo cansado, pues hay que sortear una pequeña cadena montañosa afortunadamente estoy fresco y mientras pienso en las últimas lecciones de Tolfdir llego a la cima para encontrarme, en la lejanía, con un combate.

Ya se me había olvidado cómo era Skyrim más allá de los muros de la Academia. Un lugar peligroso donde a la vuelta de cada recodo del camino puedes encontrar la muerte, como le acontecería al viajero que, en la lejanía, luchaba contra una manada de lobos. No pude hacer nada, los lobos eran tres y además eran más grandes que los habituales, seguramente serían los Lobos de la Nieves como el que me atacó mientras venía a Hibernalia. Rezo a los dioses para que el viajero no sea ninguno de mis compañeros y espero tras unas rocas a que los lobos acaben con el cuerpo y se retiren, cosa que hacen poco después. Me acerco, cauto y preparado ante cualquier adversidad, para comprobar entre los restos despedazados del cuerpo que no es ninguno de mis compañeros. 

Subiendo la cordillera bajo una intensa nevada

A lo lejos un viajero parece combatir...

Pero poco puede hacer ante tres lobos de las nieves. Hora de esconderse

Continúo mi viaje una vez compruebo que es seguro el camino, y queda patente mi ineptitud comprobando la seguridad de los caminos. Apenas he avanzado unas leguas me encuentro de frente con una enormísima araña gigante, otra aberración mágica que se lanza a por mí sin pensárselo. Estoy solo, no hay nadie que me pueda ayudar ante semejante rival, intento recordar las lecciones anteriores y cómo me había enfrentado a toda suerte de rivales. Le lanzo la antorcha que vuela golpeándola en la cara y haciéndome ganar unos valiosos segundos en los que invoco el poder del nuevo hechizo aprendido (piel pétrea). No sabría decir cómo conseguí conjurarlo sin apenas haberlo entrenado más que un par de (infructuosas) ocasiones el día anterior, pero de pronto sentí cómo las células de mi piel se endurecían y cómo mi cuerpo crecía unos centímetros... me sentía invulnerable.

La araña ya se había recuperado del golpe con la antorcha y avanzaba hacia mí, la recibiría con fuego. Junto mis manos y un poderoso rayo ígneo surca el frío, helado, aire golpeando al monstruo en las fauces y haciendo que trastabille y patine sobre la superficie nevada, dando con su pesado cuerpo en el suelo. Momento que aprovecho para lanzar otro rayo y avanzar un paso hacia la araña, justo con cada paso que doy se incrementa la fuerza del haz de fuego y evito que el octópodo apenas se pueda levantar. De pronto se gira y sale corriendo ladera abajo... ¡¡la he espantado!! ¡¡he conseguido ahuyentarla sin ayuda!! Me siento pletórico y la persigo durante unos metros, procurando no resbalar yo también.

Un poco más abajo encuentro a la araña que ha sido emboscada por una patrulla de soldado imperiales, sin duda de los que asaltaron hace unos días Hibernalia, que están rematando a la maldita criatura que, ya herida, poco puede hacer ante el ataque combinado de las flechas y las espadas. Alzo la mano en señal de saludo justo cuando en todo el valle resuena un grito inhumano...

Los lobos se alejan, puedo continuar sin peligro

¿Sin peligro? ¡¡No en Skyrim!!

¡¡Huye maldita criatura infernal!!

Los imperiales rematan a la araña antes de poder ayudarles

El suelo tiembla mientras el grito se hace cada vez más intenso. Los imperiales, exhaustos por el combate contra la araña, vuelven a prepararse para el combate mientras, en la lejanía, se dibuja una silueta humanoide pero de un tamaño descomunal. 

- ¿Qué diablos es eso? - Pregunto al aire.
- ¡¡TROOLLLL!! - Grita uno de los soldados al tiempo que una de sus flechas, seguida por varias más, vuela hacia la criatura.

Un Troll... nada menos. Estoy pletórico, la victoria contra la araña me había elevado la moral hasta el cielo, pero luchar contra un troll, eso era otro cantar. Había leído historias de estos seres de tamaño colosal y muy letales, con unas zarpas que podrían destrozar el cuerpo de cualquier humano de un sólo golpe... y los de las nieves eran aún peores y sin duda nuestro rival. Apenas tengo tiempo para pensar en ello cuando uno de los soldados sale volando por encima de sus compañeros, que me tapan la visión, y se estrella contra el cuerpo inherte de la araña. Apunto estoy de salir corriendo, de huir ante tamaña muestra de fuerza y poder, pero respiro fuerte y pienso que quizá si abandono a los soldados no tendrán muchas opciones. No es que yo sea determinante, pero al menos ayudaré en la medida de lo posible.

El Troll, a base de zarpazos, atraviesa la primera línea de defensa de los imperiales y parece que se va a enfrentar a mí, cuando se gira de nuevo y vuelve a encarar a los soldados. Este momento es crucial y lanzo mi rayo ígneo contra la espalda de la criatura que impacta de lleno cerca del costado derecho y hace que se arqueé dolorida, momento que aprovechan los soldados para asestarle varios tajos que le debilitan sobremanera y provocan que se arrodille. El resto es facil, un nuevo ataque de fuego y los soldados atacando sin piedad y el Troll es derrotado. 

Los soldados están muy agradecidos por mi ayuda, por lo visto este tipo de troll es especialmente vulnerable a la magia de fuego y sin mi ataque probablemente estarían muertos. Intento restarle importancia, que estoy de paso hacia Saarthal, aún así los soldados insisten en ayudarme y me dejan a un guía que me lleve hasta las ruinas. Acepto, sería estúpido no hacerlo, y me despido de ellos mientras reanudo mi viaje acompañado, nuevamente, por un guardia imperial.

El soldado muerto de un golpe del troll
¡¡Hora de lanzar el rayo ígneo!!
El cuerpo del Troll derrotado
Los soldados disponen de un guía hasta Saarthal
Tras un par de horas, llegamos al campamento.
He de admitir que tuve muchísima suerte con la Araña y con el Troll, porque de no haber estado los imperiales en las cercanías sin duda me habrían matado (varias veces, probablemente). Pero como estaban se llevaron la peor parte del combate y me permitieron realizar un ataque desde lejos bastante eficaz y letal. Esperemos que la suerte continúe...

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